Traía un solo papel para gallo en la cartera. La casa de Liqs estaba atestada como nunca, y aunque la gente comenzaba a irse, la fiesta prometía continuar. Planeamos, como última aventura marihuanense, darnos el último de los gallos.
Levántose por los aires el gallo, humedéciose con delicadeza y cérrose cual buen trato. El gallo roló en el terreno por última vez con Liqs presente.
El terreno de tantas pachequeces, pedas, revelaciones y diálogos filosóficos veía fumar por última vez a Liqs. Estaba su hermano, Eli, su prima, y su hermano, con su novia. Nos pusimos muy locos, con alcohol navegando nuestro torrente en cantidades que sorprenderían al alcohólico más notorio, y fingimos no estar tan tristes, amenizando.
Luego, mi cabeza se puso en blanco y amanecí en el sofá de la casa de Liqs con la mano llena de galletas Marías. Liqs me despertó, despidiéndose. Fue una suerte haberme dormido, pues no tuve tiempo de razonar que era la última vez que veía a mi compañero de fiesta y amigo.
Época de cambio canta el sonido que llega del periférico en la madrugada.
Llegué a casa con la sorpresa de cargar bajo el brazo un dibujo increíble que pintó de un niño apache y el sentimiento de que algo me faltaba, y que dejaría de poder ver, por algún tiempo.
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